Antes de profundizar en el análisis debemos tener en cuenta como medimos la contaminación. La misma se ve a partir de la huella de carbono. Ésta representa el volumen total de gases de efecto invernadero que producen las actividades económicas y cotidianas del ser humano. Este dato está expresado en toneladas de CO2 emitidas. Para poder medir el efecto de la huella de carbono de estos vehículos deberíamos tener en cuenta los siguientes factores: Extracción de materias primas, procesos industriales, transporte, CO2 emitido, eliminación de residuos y 200.000 kilómetros de uso del automóvil.
Es un hecho que, comparados con los de combustión, los modelos electrificados producen menos o incluso nula cantidad de emisiones. Sin embargo, su problema no radica en el momento de su uso, sino en el inicio de su producción, más precisamente en el de la extracción de los minerales a utilizar en las baterías. La extracción de litio, cobalto y otros minerales resulta contaminante para el medio ambiente, dato para nada desconocido por las grandes fábricas. Al comparar la contaminación generada por un modelo eléctrico con uno a combustión, teniendo en cuenta no solo su uso en la calle, sino todo su proceso de producción.
La fabricación de un coche modelo equivalente de motor de combustión genera 14 toneladas, un eléctrico genera 25 toneladas de CO2. Estamos hablando de un 70% más de contaminación que su par de nafta. La toxicidad de los materiales utilizados para la fabricación de las baterías de los automóviles eléctricos (BEV), híbridos enchufables (PHEV) e híbridos (HEV). La obtención de estos materiales, su manipulado y el procesamiento final (reciclado) impacta sustancialmente en los ecosistemas.
El litio es el componente principal de las baterías de vehículos eléctricos e híbridos enchufables. Se combina con un compuesto de níquel, manganeso y cobalto (NMC) o con uno de níquel, cobalto y aluminio (NCA). Para prolongar su vida útil, maximizar la carga, abaratar costes y optar a materiales más abundantes, algunos fabricantes están produciendo celdas con litio, hierro y fosfato (LFP). Por su parte, los automóviles híbridos utilizan níquel y metal hidruro (Ni-MH) para conseguir unas baterías de menor tamaño.
Los motores eléctricos requieren, además, de otras materias primas como son las tierras raras (17 elementos químicos que se emplean en productos de alta tecnología). Todos estos materiales provienen principalmente de la actividad minera. Estos yacimientos se encuentran, en ciertos casos, en países donde las legislaciones y requerimientos ambientales y sociales no son tan exigentes. El caso del cobalto extraído de la República del Congo es citado frecuentemente por sus negativos impactos ambientales y sociales.
Una batería de un vehículo eléctrico tiene una vida media de entre seis y ocho años. Esta cifra equivale a unos 320.000 km o 3.000 ciclos de carga, si es de LI-NCA (litio, níquel, cobalto y aluminio) y a 139.000 km o 1.300 ciclos de carga, si es de LI-NMC (litio, níquel, manganeso y cobalto). Las baterías tienen una vida útil limitada y el volumen de residuos que se generaría, si no se reciclaran, sería insostenible. La prioridad es conseguir dar una segunda vida a éstas para la movilidad de vehículos o para otros usos de almacenamiento de energía. Una vez que esas posibilidades de reutilización estén agotadas, se plantea la necesidad de reciclar los materiales y componentes para permitir su reincorporación a la fabricación de nuevas baterías o para otros usos industriales. En la actualidad solo se recicla el 5 % y el 95 % restante termina almacenado o destruido de manera poco sostenible.
Dado el alto nivel de impacto medioambiental de los autos eléctricos en su fase de producción estos vehículos ya han contaminado bastante incluso antes de comenzar a rodar. Aun así, si los autos se cargan con electricidad procedente de fuentes de bajo carbono podrían ofrecer "el potencial para reducciones sustanciales de emisión de gases de efecto invernadero" a largo plazo.
Sin perder de vista la huella ecológica de la producción y el reciclado de las baterías, en términos generales los vehículos eléctricos son mucho más eficientes energéticamente que los que utilizan combustibles fósiles. Aunque en esta variable, el lugar de procedencia de la energía eléctrica necesaria para propulsar estos automóviles juega un papel muy importante.
En zonas en las que los combustibles fósiles son la principal fuente de energía, los autos eléctricos no ofrecen beneficios y podrían causar hasta desventajas. Es contraproducente promocionar la producción de este tipo de vehículos en regiones donde la electricidad es producida principalmente a partir de lignito, carbón o incluso combustión con aceite.
por Luis Andrade
Formador Técnico del Instituto Tecnológico de Capacitación Automotriz – ITCA –
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